Por sus frutos los conocerán

En la calle coloreada por el sol matinal de Julio, se detuvo frente a las torres de cajones apilados. Como en una pintura impresionista, tinturas de mil matices bailaban brillando y redefiniendo indefinidamente, valga la expresión, los contornos de cada elemento. El cielo en celeste y los ladrillos de marrón rojizo gastado; el asfalto gris y malva que surcaban las largas sombras color violeta de los árboles. Cruzó la calle para acercarse a los edificios de fruta prodigamente coloreados de naranja y rojo y tomando en su mano una de estas frutas se deleitó por un momento refrescando sus sensaciones y también su memoria. Se acercó a doña María aún algo abstraído.

- ¿Que buscabas?- dijo ella.

- Me olvidé María- dijo, provocando así la tenue respuesta de la buena señora en un asomo de sonrisa, y prosiguió- Buscaba algo de fruta, casi estoy seguro. Pero después pensé en los nombres de las frutas y uno llamó mi atención- comenzó razonando de atrás para adelante como aquel francés fanático, el personaje de los cuentos fantásticos de Poe-. Un nombre muy a propósito de algo que me había propuesto encontrar hace un tiempo: una expresión que se asemejara, pero fuera más noble que la de "juguete rabioso", que empleara Arlt.
La mujer lo miró fijamente con expresión impasible, como si el pequeño discursillo de su vecino no fuera otra cosa que un zumbido, como el de las moscas que revoloteaban sobre la mercadería, pues ya estaba acostumbrada a sus profundas meditaciones en alta voz.

- ¿Se acordó ya? - preguntó con simpleza.

- No María, perdón-

- ¿Tiene apuro don Julio?

- Tengo el día libre-

- Entonces, ¿podría decirme que es un "juguete rabioso"?, ¿Es cómo un ídolo malo... una de esas estatuillas africanas?

- Podría ser, sí. Pero hay algo más en el fondo. Algo menos maligno, más natural. Y menos espiritual, más humano. Por eso necesito una palabra distinta. ¿En que año vino usted al país María?-

- En el... noventa y cuatro creo porque la Vale tenía cinco, sí, noventa y cuatro.

- ¿Que hicieron antes de la verdulería?

- Mi marido trabajó como albañil, pintor, hacía changas. Nos arreglábamos.

- Y Fede nació en el noventa y seis-

- Sí, y ¡cómo corrimos en ese tiempo! Todas las semanas en el hospital, internaciones cada dos meses. Pensé que no iba a terminar nunca.

- Perdóneme, pero ¿en qué fecha falleció su esposo?

Ella dudó un instante y luego contestó: - Noviembre del dos mil seis, don. ¿Cuántas vidas tenemos don Julio? Me parece que no fuera yo misma, que son otras las Marías que pasaron eso que me pregunta. -

- Lo que pienso es que una sola vida tenemos. Que yo fui profesor, que fui periodista, vendí seguros, que yo viví en mil lugares distintos, que yo perdí aquel hijo con la única mujer a la que amé, que yo me alejé de ella, y las cosas que usted sabe, y otras más. -

- ¿Y eso le da pena?-

- Me hace sentir, igual que a usted, como roto. Desgajado es la palabra justa, ¿qué le parece? - Es cierto que suena a broma comparado con un juguete rabioso que es, según acordamos, un ídolo maldito, una fuerza revulsiva. Desgajado sería más bien una posibilidad chiquita, fresca y colorida, como una mandarina. Mil cosas que no controlamos parten nuestra vida en mil gajos. En cada gajo hay un hombre, o una mujer, transformándose, trabajando, cambiando su manera de pensar, adaptándose a veces y otras luchando. ¿Es eso tan malo María?

- Se ve jugoso- dijo ella riéndo, y luego añadió meditando: - Si alguien piensa que merece algo, que es dueño de algo, si se piensa que le andan debiendo, va a decir que es malo. Yo sé que no tengo nada y que no puedo tener nada don Julio, y pienso que está bien. Y por eso peleo siempre y no me doy por vencida.

- Los que se deslenguan contra la mediocridad y quieren alcanzar el trono, un cajón de manzanas en qué sentarse y sentir superioridad, una bolsa de papas con una corona de lata: ese es el gran ídolo de nuestro tiempo. Solo buscando poder. No soporta no poder. No soporta no poder solo y por eso desprecia también la política. Pero si vale la pena luchar María, eso es solamente porque no sabemos lo que va a pasar mañana. Disfrutar cada gajo entonces, es lo que yo digo, aunque esté abierto el corazón y desgajado.

- Entonces, ¿quiere mandarinas?

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