Las máscaras de la angustia

“Y me he preguntado: si Dios existe ¿por qué pasa de largo? ¿No será ateo Dios?” E. Galeano, 'Las caras y las máscaras'

Quizás; quizás Dios no cree en sí mismo como vos y yo lo concebimos: Una descomunal máquina invisible y omnipresente, que funciona a piacere si tan solo se introduce una moneda vieja y difusa de fe, de velas, de ritos, obligaciones, o simplemente monedas. Funciona bien con dólares y mejor aún con euros. Esto representa un claro beneficio para todos nosotros y demuestra la suprema bondad divina, la cual solo interviene en el mundo cuando a nuestro destructivo sentido de la oportunidad, tan desarrollado en nuestro tiempo, resulta esencial.
Sí, esto es lo que de Dios concebimos tantos, y sin embargo, Dios se niega a creer en Él. ¿Por qué permite ciertas cosas…? Cosas oscuras, de las que cuesta hablar sin que se ponga la piel de gallina, o sin dejar escapar casi involuntarias lágrimas de dolor. Cosas que no comprendemos. ¿No quiere Dios ser un parche para el inmenso y sufrido globo de nuestro entendimiento? ¿Ser nuestra excusa, nuestra máscara?
Ni parche, ni infalible máquina de los deseos, ¿creerá acaso Dios que es una persona? ¿Creerá acaso que las cosas que hacemos los hombres tienen algún valor, que un solitario llanto merece ser aliviado por el ungüento de la compasión, y que toda risa de niño no es apagada por ningún estruendo de armas?
Se me hace que Dios se ha vuelto ateo porque lo banalizamos. Que únicamente demuestra su suprema inteligencia negándose a creer en un dios que es tan poco, tan inferior a sí mismo. Y que prefiere disfrutar al ver florecer la vida sobre la tierra. Que aún llora como nosotros por el embate de la muerte y por ver que no entendemos. Quizás la diferencia es que no se asusta como nosotros. Porque ve que su plan marcha y que a la muerte le llega su hora.

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